Las persianas del hotel
se mueven y hacen ruido
a madera vieja y seca.
Entra la luz del día
pasa por las cortinas.
Vemos rosada la pared.
Despertás y sin dejar de abrazarme
tu boca se queda quieta, sobre mi
nuca.
Abro los ojos
sostengo la respiración
quiero que se empalme con la
tuya.
Afuera hay mucho viento
en este lugar del oeste con
laguna.
El cuadro de los caballos
se ilumina.
Son cuatro y corren en paralelo
dos y dos
y bordean un río.
Sabemos que afuera
están las montañas y los pinos
que vendrá en un rato mucho sol
que hasta las 11 hay desayuno
que probablemente ya solo quede
café.
Suena una radio en el pasillo
una mujer tararea una melodía
que no logramos distinguir
-el hotel a esta hora
ya debe estar casi vacío-
es el único sonido que oímos
en esta cama nueva que nos
contiene.
Las sábanas huelen a perfume
concentrado de rosas
y el calor nos humedece
de a poco la piel.
Para salir deberíamos ducharnos, digo.
Afuera está el lago.
Pero todavía ninguno se mueve.
Durante el viaje en la ruta
el colectivo nos llevaba
nosotros íbamos quietos.
me gusta mucho tu forma de escribir, no hay vuelta.
ResponderEliminar*tu escritura.
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