sábado, 16 de enero de 2016

Cauce


Detenido y andando

Gabo Ferro


Entro al río
despacio
para no quebrar nada.
Primero un pie, después el otro.
Piso las piedras más grandes
sin caerme.
Me acuesto
de espaldas al agua
de cara al sol.
Él está sentado sobre una piedra,
el cauce no lo arrastra
me toma de los talones.
Dice que me suelte
pero yo no se cómo.
Abro los brazos
el río avanza a través de mí.
No lo interrumpo
aunque quisiera.
El agua cruza hasta donde 
no hay Dios.
Mientras floto
no veo más que adentro
de mis ojos cerrados.
Detenida 
todo es tibio
sin sombra.
El cielo permanece inmóvil.
El río sigue 
no vemos donde aquieta.
Me dejo llevar,
sostenida.
En esta tarde 
sus manos son un ancla.
El lazo con el suelo
es un silencio de agua
en su corrida.
Nada queda en su lugar,
salvo nosotros
devueltos, 
así
como las algas
sin tiempo entre las piedras.


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