a Vero Yattah
Los
pájaros que no escucho
hasta
que ella los nombra,
los
grillos como estrellas que prenden y apagan,
los
sapos como piedritas que ruedan.
Estoy
en el patio de la casa número seis
en
la que vivo este verano.
La
reposera y sus tiras azules y naranjas
son
del color del cielo.
No
reconozco nada,
eso
es lo que creo.
Escuchá
los pájaros mientras estás hablando, dice ella,
eso
es el presente.
Después
la sirena
los
perros que aúllan,
después
nada. Como si la alarma
no
fuera más que una ilusión.
Como
en el agua
que
tapa todo,
lo
cubre de un dulzor genuino.
Después
ese rasgueo que el avión le hace al cielo
sin
lastimarlo.
Una
pasada y todo vuelve a su lugar.
El
cielo permanece.
Le
pregunté, cómo se hace.
Decime,
cómo volver al alma
para
que sea
el
movimiento de las hojas
un
aire que se esconde en el agua.
Cómo
se hace para volver
a
estar desnudos,
como
si fuera un lugar donde nunca antes estuvimos,
cómo
para soltar el ansia del sentido.
Cómo
para no quedarme prendida
a
la estrella que vimos sobre el ombú
la
noche para caminar
la
cerveza fría del verano.
Hay
un fuego que se apaga
para
que el deseo se cumpla,
parece
que esa es su condición.
Así
también permanece.
Los
pájaros cantan con la luz,
el
avión,
los
grillos, el sapo,
la
sirena que se calla,
la
llama que alumbra la vida posible
y
no la quema.
Ph: Carter Moore
Bello
ResponderEliminarHermoso
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