viernes, 29 de agosto de 2014

Después


Hoy pensé
en cómo sería extrañarte.
Pero extrañarte de verdad.
No una ficción que creo
sino esa, que permanece
como si no fueras a volver
como si después de cerrarse la puerta
pegar el grito salir corriendo
no hubiera nada más.
Un día puede que extrañarte sea eso.
No un desgarro
pero sí algo que punza el pecho.
Algo que no se ignora.
Mientras cocino hago la cama
leo un libro o riego las plantas.
Y del otro lado, el silencio.
Después un río que pasa
después mi cuerpo
y después yo con tu nombre.
Desnuda bajo el cielo y el sol
ya no oculto nada.
Solo veo una estrella.
El cambio es una fuerza que empuja
como las olas.
Imagino extrañarte
y me da miedo
que sea un sonido que raspe
más de la cuenta.
Extrañarte cuando venga el día
y tenga que buscar las flores afuera.
Al sol.

 



2 comentarios:

  1. Hay silencios como ecos que se expanden por toda la casa. Y es la memoria, el monólogo interior que choca, una y otra vez, en las paredes pintadas y vacías. Silencios que suenan y se disparan infinitamente espejados para terminar de vuelta en uno o una que se enrosca memoriosamente reflexiva sobre el mantel, las sábanas, los libros y las plantas.

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