miércoles, 29 de abril de 2015

Cosecha

Vos de espaldas
cargabas una pala
con la que íbamos a cavar el pozo.
Yo callaba
y el sol pulía el suelo,
más espeso que la bruma
ese polvo del aire.
En mi mano derecha
puño cerrado 
pinza firme,
estaban las semillas.
Después de cualquier muerte
para sobrevivir,
hay que enterrar vida.



lunes, 16 de marzo de 2015

Leleque

Era invierno
y te perdiste en Leleque,
tierra mapuche, vaina suelta
monte amarillo.
En la noche abierta del sur
la escarcha no oculta,
no miente
la escarcha del frío encandila.
Esperaste al sol
envuelto en manta
y no, no había nieve
ni luna llena,
pero ese blanco
lumbre recién venido
tapa del cielo
marcaba tu casa.




martes, 20 de enero de 2015

Lobito


El lobo blanco
se hundió en el agua
de color púrpura con la tarde.
Una alegría sin sonido
más que el desprenderse
de algunas matas del arroyo.
No volverá.
Pero esa mañana
después de la luna
el lobo había vuelto.
Una resurrección
en medio del monte
un acto secreto
que sería el anuncio:
tuvo que sacar del cuerpo
algunos males,
dejarse andar al agua
soltar primero la tierra.
Cuando nos fuimos de la casa
ya era verano.
Viajamos hasta el sur
a pasar el año nuevo.
Seguro amanecía
y el lobo esperó para no ser visto.
Se fue blanco,
entró al arroyo, a sus ranas
que tampoco suenan.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

La comadreja



Hay un pequeño arroyo
que cruza la ruta
en el camino de tierra,
es de noche y vemos solo
algunos faroles encendidos.
La luna chispea sobre el suelo
marca el azul profundo del agua.
Parás el auto
la comadreja se alumbra 
en la entrada de la casa.
Es grande como un gato
sus garras tocan
las filas del portón.
El cuerpo gordo, erizado, su pelaje cobre.
Parece tibia.
Una boca como de oso.
Sus ojos, muy pequeños.
La comadreja me asusta
pero ella apenas se mueve.
Me asusta porque me atrae.
Es la primera vez que veo una
entonces, no sé cómo nombrarla.
Estoy al lado de un hombre
que despejó el follaje 
para mostrarme un animal
que no había visto antes.
Como al hombre y a ese pato
que se acerca por el arroyo.
Distingo bajo la luz de los faroles
solo las plumas del pato, blancas.






martes, 9 de septiembre de 2014

Tus cosas


Dejé la casa y no recuerdo cuando fue.
No se adonde fui tampoco.
Dejé la casa y nunca abrí el placard.
No me metí en tus cosas.
Nunca quise tocarlas.
Nunca quise tocar tu ropa.
Dejé los aros las pulseras
la cajita de música con la cuerda rota
las cartas en los cajones
el álbum los zapatos
las remeras el maquillaje los adornos.
¿Alguien habrá tirado tu cepillo de dientes?
La vecina dijo que guardaría todo para mi
para cuando mi hermana y yo
quisiéramos volver a tener algo tuyo.
El día en que le dije que los óleos pastel
que me mostraba eran de mi mamá
ella insistió en que no era así
dijo haberlos comprado en una feria hacía unos años
pero yo conocía esos crayones magenta y ese rojo rubí
gastado más que los demás colores de la caja.
Nunca más volví a la casa de la vecina.
Tampoco a la casa en la que vivíamos con mamá.
El único contacto que tuve con los objetos
fue tirarlos en bolsas de color oscuro o madera 
a escondidas, durante años
a la hora de la siesta
en la casa de los abuelos.
Lo que más me costó
fueron esas pantuflas rosas
que usabas cuando estabas enferma.
La abuela insistía en guardarlas
ella veía algo tuyo
yo veía todo lo ajeno.


 


viernes, 29 de agosto de 2014

Después


Hoy pensé
en cómo sería extrañarte.
Pero extrañarte de verdad.
No una ficción que creo
sino esa, que permanece
como si no fueras a volver
como si después de cerrarse la puerta
pegar el grito salir corriendo
no hubiera nada más.
Un día puede que extrañarte sea eso.
No un desgarro
pero sí algo que punza el pecho.
Algo que no se ignora.
Mientras cocino hago la cama
leo un libro o riego las plantas.
Y del otro lado, el silencio.
Después un río que pasa
después mi cuerpo
y después yo con tu nombre.
Desnuda bajo el cielo y el sol
ya no oculto nada.
Solo veo una estrella.
El cambio es una fuerza que empuja
como las olas.
Imagino extrañarte
y me da miedo
que sea un sonido que raspe
más de la cuenta.
Extrañarte cuando venga el día
y tenga que buscar las flores afuera.
Al sol.

 



miércoles, 20 de agosto de 2014

Cascada


Llegamos al valle.
Hay que subir la montaña
después de pasar el sendero
por el que nos llevó la camioneta
que nos levantó en la ruta.
Yo no sé quién soy
entonces no pregunto adónde vamos,
me dejo llevar.
El cielo está despejado
y el sol retumba
sobre el camino liso de tierra seca.
Todo es dorado a esta hora de la tarde.
Somos varios los que vamos hacia la montaña
algunos de los chicos están desnudos
bajo esas toallas anudadas a la cintura.
Yo disimulo, mi piel está roja
cada vez más roja
pero pienso que es parte
de la entrega a la naturaleza.
Es solo naturaleza, me digo.
Caminamos durante un rato largo
el suficiente como para perder
la noción del tiempo.
Vas adelante y ya no veo
ni el contorno de tu espalda.
El calor sube por la tierra
y empaña el horizonte.
La montaña está adentro de otra montaña.
Cruzamos unos troncos sobre el río.
Tengo tanto miedo de que me lleve la corriente
pero veo el suelo de piedras plateadas
y las piso con fuerza, me sostengo.
El agua de la cascada
cae como si cayera sin tocar nunca nada.
Hay que meterse por debajo de un túnel
detrás de la piedra más grande
y ahí, adentro de la montaña
el mundo huele a roca y el color es terso
y el frío es seco.
Cruzo la caída del agua con brazadas grandes
el peso del agua me empuja.
Al abrir los ojos mi boca casi está muerta.
El cielo se abre entre los árboles.